31 ago 2009

LA VIEJA CASONA

La casa siempre daba el aspecto de cerrada, las ventanas, que eran muchas, cubiertas con sus respectivas persianas sobre las cuales el tiempo dejó sus huellas en la casi ya invisible pintura que quizás, alguna vez, le dio un poco de vida a esa madera tan desgastada por el correr de los días.

Una gran patio, que en sus tiempos fue posiblemente un esplendoroso jardín, con plantas
y porque no flores. Hoy en día invadido por la inexorable naturaleza, siempre activa, hermosa,
abundante, pero salvaje y desordenada.

Los árboles, algunos no obstante habían pasado a mejor vida, pero aun altísimos y erectos, estaban
desparramados por todos lados. Los había de copa frondosa, otros bajos pero florecidos. Le daban a éste paraje surrealista un aspecto de jardín encantado, en el cual podría desarrollarse cualquier cuento o inclusive rodarse un película en todo momento sin previo aviso.

Todos los detalles narrados, otorgaban la apariencia de un lugar abandonado desde ya hacía mucho tiempo.

Un sólo detalle no cuadraba en este marco de abandono y tristeza, la puerta de entrada a la casa. Era un magnificente ejemplar doble ala. De madera obscura pero brillante, que relucía a la hora del mediodía, en que un número escaso de rayos del astro rey conseguían filtrase entre las miles de hojas de los árboles. Dándole un resplandor casi sublime, en el cual sobresaltaban dos inmensas y
señoriales argollas de un metal dorado, a cada lado de la imponente puerta. El tiempo no se notaba en la madera, por el contrario, parecería que en este momento la terminaron de lustrar.

Desde cierta distancia , la vista se centralizaba, sin quererlo, en dicha puerta, pues era tal la diferencia entre ella y el conjunto que la rodeaba, que resultaba casi imposible dar crédito a los ojos al observar dicha visión.

Pero, como lo dice aquel viejo refrán, no nos dejemos llevar por las apariencias, hay veces que engañan . Una vez más éstas sabias palabras resultaron ciertas.
Esta casona estaba habitada, y es más, nunca fue abandonada desde su construcción que data de dos siglos atrás. Este dato fue otorgado por su actual morador, quien agregó además, que ésto nunca ocurrirá.

Un pequeño hombrecillo de escasos cabellos blancos abrió la puerta de acceso, permitiendo la entrada, con cortesía y significante amabilidad, a las oportunas visitas.

Al traspasar la puerta se abrió frente a los ojos de los visitantes un mundo extraño y llamativo.
Todo era de color verde. Por allí mas claro, allá más obscuro, pero siempre en la gama del verde. Muy ameno, muy suave y acogedor.

El anfitrión. se acercó a una especie de abertura entre una pila de piedras amontonadas en un rincón del recinto, de la cual emanaba agua cristalina. Colocó debajo una hermosa jarra, ofreciendo su contenido a los asombrados visitantes.


Mientras ésto ocurría, un par de blancas palomas revoloteaban sobre sus cabezas, como indicándoles que las siguieran. En un primer momento pensaron que les pareció, comentándolo entre ellos, pero al notar la insistencia, optaron por seguirlas.

Ellas entraron en otro recinto, en otro y en otro. Lentamente nuestros sorprendidos invitados apreciaron que la intensidad de la luz disminuía gradualmente. Hasta que en el lugar donde las palomas guias se detuvieron parándose en una especie de rama, estaba alumbrado sólo por dos hermosos candelabros que colgaban de la pared del fondo. Y allí debajo de aquella rama, estaba una
angelical niña, de escasa edad, vestida de inmaculado blanco, de pelos rubios ensortijados. Casi parecería una estatuilla, un cuadro de la época del renacimiento, pero no, era real y les habló suavemente, acariciándolos con sus delicadas y pausadas palabras:

~~Bienvenidos al reino de la fantasía; aprovechen cada momento de vuestra estadía aquí. Gocen de cada instante, no se repetirá. Dejen vuestra imaginación en libertad, que vuele sin obstáculos ni barreras. Más aún, esfuercen en incentivarla, liberen todos vuestros deseos, ansiedades y pequeños sueños. Todos los que aquí estamos, tenemos una sola meta: la de ayudarlos y complacerlos. En fin, hacerlos felices!! No hablemos más, manos a la obra!!!~~

Y en un santiamén, ésa diminuta y bonísima niñita, se convirtió en un original
carromato. En el cual nuestros boquiabiertos pasajeros se sentaron, y nuevamente guiados
por nuestras amigas palomas, comenzó a rodar por un sin fin de lugares, a cual más hermoso, pintoresco y encautador.

Y así pasó el tiempo. Nadie sabe a ciencia cierta cuanto. Pero en el preciso momento en que
nuestros viajeros miraron para atrás, hubo como un relámpago de enceguecedora luminosidad.
Ellos se encontraron nuevamente frente a la puerta de entrada de la casona.

La miraron y casi no la reconocieron. Ahora estaba despintada, resquebrajada, vieja. Los años se
notaban en los nudos de la madera. Ahora sí encajaba perfectamente dentro del aspecto general de toda la casa, y también de todo el conjunto que la rodea.

La vivencia en que la habían sido partícipes, quedaría grabada bien profundo en sus mentes, y por
consiguiente en sus corazones.

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@bbrom

DERECHOS RESERVADOS

Beto

RENDICIÓN DE CUENTAS


Un elegante y atrevido vestido de seda negra, ampliamente escotado y plegado suavemente sobre los empeines, torna más pronunciado el cenceño delicado de la mujer, ligeramente recostada sobre la baranda de la escalera de mármol que da al jardín. Lleva el pelo oscuro, tirante y partido al medio, rematado sobre la nuca con un moño atravesado por dos punzones de madera.
Con la mirada extraviada en el cercano bosque de pinos fuma atentamente sosteniendo el cigarrillo cerca de la cara. El otro brazo más corto y deforme aferra con sus dedos de niño el borde de la balaustrada.
Una paloma azulada se posa a escasa distancia de la mujer. Tras observar nerviosamente que el entorno no le ofrece mayor interés, reemprende vuelo posándose suavemente sobre el césped cercano. Con serena sonrisa de largas pestañas, acompaña con la vista el corto deslizar del ave, tras lo cual y distraídamente se observa las uñas de la mano sana sobre ambos lados. Frunce el ceño curvando imperceptiblemente los labios como habiendo resuelto un problema.
Una ligera inquietud se refleja en la languidez mórbida de los ojos grises lo que no le impide llenarse voluptuosamente los pulmones con un soplo cálido de la tarde que fenece.
Aplasta sobre el suelo, con doble medio giro de sandalia la colilla amarillenta.
La tarde noche crepuscular recorta la silueta inmóvil de una figura etrusca orlada por el fondo anaranjado de una puesta de sol asombrosa.
Con pasos cortos y silenciosos se le acerca por detrás un hombre relativamente grueso, de aspecto mundano, rostro de colegial, rosado, terso, casi angélico. Viste un impecable traje de ejecutivo, corbata al tono con el nudo torcido, simbólicamente relajado.
Ella presiente la cercanía sin realizar gesto alguno que la delate.
Le rodea con suavidad la cintura y atina un beso en la nuca suavemente perfumada. Responde con desdén el gesto desenlazándose con brusquedad.
- Sabes que me desagrada sobremanera me tomen por sorpresa.
Cojea visiblemente contoneando desmesuradamente los huesos de la pelvis impedida por una pierna más corta que la otra.
Se introduce en una larga galería enganchándose el vestido en el borde de una cómoda. Desde la puerta recorre con atención el suntuoso decorado del salón principal. Se introduce en él con medida lentitud, rozando con el dorso de la mano la refulgencia de una cristalera de roble. A continuación toma asiento en un pequeño banquito y pulsa sobre un enorme piano una deliciosa melodía con un solo dedo.
Él la sigue en silencio guardando prudente distancia.
- Te muestras excesivamente reticente... no entiendo. Sabes que salí por negocios. Buenos y suculentos negocios que nos involucran. Ese ha sido el pacto desde siempre. No entiendo tu actitud despreciativa luego de varios días de ausencia...
Gira la cabeza y lo mira como escrutándolo. Vuelve la vista al piano.
Sin mirarlo susurra entre dientes:
- Es muy cierto…soy tu socia y a los dos nos domina la ambición; pero también soy tu esposa y sé muy bien donde estuviste estos cinco días.
- No sé que quieres decir. Este...me serviré un whisky si me lo permites.
No le contestó, Bajó la tapa del piano, encaminó unos pasos, sacó un cuadro de la pared, lo depositó suavemente sobre el piso accionando luego, un mecanismo cilíndrico. Extrajo de la caja de caudales un revólver y un par de esposas.
Él estaba sirviéndose la bebida inadvertido de los movimientos de la mujer.
Cuando se dio vuelta lo estaba apuntando con absoluta tranquilidad: En una mano el arma y en la inhábil las esposas que pendulaban entrechocándose.
- Siéntate en esa silla, ponte las esposas en los tobillos y luego echa las manos hacia atrás. Nada de trucos. Sabes bien que no me tiembla la mano. Al menor movimiento de resistencia te vuelo los sesos.
- Quédate tranquila…¡tranquila¡. No sé cuales son tus propósitos pero no haré nada que te ofusque.
Tomó en el aire una de las esposas; juiciosamente se las colocó en ambos tobillos previo sentarse en la silla señalada.
- Pon los brazos entre los soportes del respaldo, échalos hacia atrás y quédate quieto.
Le maniató las manos.
- Bien, ahora vamos a resolver nuestros problemas…
Se sienta a horcajadas sobre una silla próxima. Apoya la boca del caño en su sexo. Se entretiene por unos segundos observando la belleza siniestra del arma con la cual roza varias veces la mano muerta.
- Bien…esta situación que entraña nuestras vidas y afecta mi tranquilidad ya ha traspasado los límites de la indiferencia y la convención cortés que hemos acordado y adoptado, sin proponernos rendir cuentas de nuestros actos a nadie incluidos nosotros. Es el mundo que hemos elegido. Sabemos muy bien que nunca nos atrajimos y nuestro “casamiento” es una farsa sustentada en meros intereses bursátiles, asociados para satisfacer exclusivamente nuestra codicia. No tengo por que ocultarlo y siempre me importó muy poco interpretar ese papel sórdido y despreciable que se ha llevado mi vida. Me rechazas en la cama no solamente porque mi presencia mutilada te causa aprehensión sino porque tu verdadera existencia, vacía e indecente, la ocupan otros hombres con los cuales satisfaces deseos desnaturalizados. Pero esto lo vamos a terminar ahora mismo pues entre otras cosas que incumben a mis deformidades, soy objeto de mofa y escarnio por tus extravagancias prostituidas.
- Pe…pero escúchame. Soy conciente de ciertas desprolijidades…Prácticamente me he dedicado a los negocios que es cierto…me han alejado inconvenientemente de ti, pero no puedes hacer un juicio tan tajante acerca de mis inclinaciones, digamos…biológicas.
- No tengo interés en escucharte; soy artífice como tú de este sainete. No eres el único responsable. Que el destino decida quien debe continuar.
- ¿Que arrebato te está consumiendo mujer? No entiendo na…
- No hace falta que entiendas. El juego al que habremos de jugar lo abro yo y pronto comprenderás de qué se trata.
Quitó del cargador cinco balas y dejó una. Las depositó dentro de un cenicero pasándose lentamente el arma delante de la nariz en un vaivén siniestro. Miró a su esposo con curiosidad.
- Creo que nos hace falta un director de escena pero haremos lo mejor que podamos por montar el espectáculo del modo más meritorio.
Un rizo oscuro se deslizó sobre la frente. Grandes gotas de sudor invadieron la cara del hombre cuya palidez se acentuaba ostensiblemente.
- Tu miedo me asombra. ¿Sabes que pienso? Pienso que todos los anhelos y frustraciones que han marcado nuestra existencia mudarán en personajes que justificarán nuestro acto final. Puedo percibir incluso su unidad inexplicable. Nada desde ahora nos pertenecerá a los dos. En mi caso, el juego terminará dramáticamente de un modo u otro, en cambio tú tendrás otra chance, tal el injusto resto de piedad que puedo ofrecerte.
Bien, basta de palabras...
Sonriendo con atildada resignación hizo girar el tambor y se llevó el revólver a la sien. Accionó el gatillo… Nada, sólo un sombrío "clic".
- Bueno… no es mi día de suerte. Ahora veamos qué pasa contigo. Quiero que sepas que desde el primer día sentí asco por ti. No eres un hombre de honor, en cambio sí que cobarde y ruin. Escupió sobre la cara del sometido.
- ¡¡Por favor no lo hagas¡¡ Te cederé todas mis acciones…Me iré con lo puesto y no me volverás a ver. ¡No lo hagas¡ ¡¡Noooo¡¡.
El tambor giró nuevamente y el arma fue apoyada sobre la nuca del hombre…"Clic".
- El diablo te ampara maldito.
Tomó un pañuelo y se secó con precaución el sudor de la frente y la nariz. Deshizo el rodete de pelo azabache que inmediatamente le cubrió desordenadamente los hombros. Los ojos adquirieron un brillo lujurioso. Repitió la operación…
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- Señor oficial, lo único que puedo decirle es que escuché claramente desde el muelle el estampido de dos tiros. Fui corriendo hasta la casa y me encontré con esto… No puedo decirle más nada


Luis Alberto Gontade Orsini

17 ago 2009

LAS INTRUSAS


Los hermanos Sandoval, Ramón y Martiniano, vivían en Balvanera, en los fondos de un galpón que usaban como depósito de repuestos de maquinarias. A la muerte de sus padres se hicieron cargo del negocio, sin descuidos ni desatenciones, y sin quitar tampoco mucho tiempo de sus tareas habituales: la noche, las mujeres, las pendencias.

Parcos, sin ser huraños, distribuían su tiempo entre la actividad obligada –atender el galpón- y sus afecciones de putañeros y pendencieros, ambas ejercitadas sin excesos, sino adecuadas a su condición de animales jóvenes.
No compartían ni se comentaban sus andanzas, pero todos sabían que enfrentarse con uno llevaba a encararse con el otro.

Frecuentaban el prostíbulo de la Colorada, llamada así no por el color de su cabello sino porque, dicen, alguna vez la vieron ruborizarse intensamente, nadie sabe cuando ni por qué.
Una pupila nueva, Deolinda, atraía por demás a Ramón, que pasaba mucho tiempo en el burdel, descuidando algo el depósito. Algunas indirectas de Martiniano originaron en los últimos escarceos duelísticos algunas aproximaciones peligrosas de los cuchillos.

Una mañana Ramón salió temprano. La noche anterior no había salido. Volvió al mediodía, con una mujer y una valija.
—Esta es Deolinda —dijo. —Se queda conmigo —Agregó.
Deolinda no perturbaba, hacía sus tareas en silencio, casi no trataba con Martiniano.
Era joven, activa, carnosa.

Paulatinamente la relación entre los hermanos se estaba poniendo tirante. Las opiniones adversas se expresaban principalmente clavando el cuchillo en la mesa. Era evidente que la presencia de Deolinda perturbaba a Martiniano.

Esa tarde Deolinda se despidió con un “Ahora vuelvo”. La mirada interrogante de Martiniano –no pudo evitarla- motivó de Ramón un “Fue a hacer un trámite”.
Volvió Deolinda, con otra mujer y una valija.
—Se llama Elvira —dijo. —Es mi hermana, viene a hacerme compañía.
Ramón agregó. —Si te interesa...
Elvira durmió unos días en la cocina. Al tercer día Martiniano le dijo:
—Agarrá tus cosas y venite a mi pieza.

La situación se había estabilizado, pero los Sandoval eran jóvenes y codiciosos. Cada uno curioseaba la relación del otro.

Ese día la hermanas secretearon seguido, lejos de los hombres. A la noche Elvira, después de lavar los platos, parada en la puerta de la pieza de Ramón, dijo:
—Con permiso, si no le molesta, —Luego de una pausa, agregó— la Deolinda va para lo de don Martiniano.
Ramón la miró, hizo una pausa larga. —Vení, acostate —decidió. Y masculló, entre inquieto y complacido: —Pucha con las intrusas, ya tomaron la manija.

El cambio de pareja se volvió una práctica frecuente. Las ocasiones eran siempre decisión de las mujeres, sin siquiera comentario de los hombres. Sólo una vez Ramón, incorregible, preguntó si no tenían otra hermana.

La muerte de Deolinda, una infección sorpresiva, fulminante, si bien sentida por todos, fue pausadamente asimilada. Elvira alternaba entre las camas, en ocasiones durante la misma noche. Vivían en familia.


La pendencia con los Linares –familia de guapos de cuidado- venía de lejos. Frecuentemente se encontraban, delegando en el cuchillo la resolución del problema. Había sangre, pero hasta ahora no hubo nadie a quién enterrar.
Un sobrino de los Linares, llegado hacía poco al barrio, quiso levantar su cotización en la familia. Una noche de tormentosas borracheras desafió a Ramón. Inexperto y arriesgado, una ominosa hoja en el pecho le reprobó el examen y lo mandó al cementerio.
Ramón envainó el cuchillo, saludó a los presentes y se encaminó a la casa. La humedad de los pastos, o algún presentimiento, hicieron estremecer a Ramón.
Los Linares lo alcanzaron cruzando el baldío. Entre varios lo desangraron por todo el cuerpo. El grito final, ·”¡A la puta, que me matan!”, avisó a Elvira, que terminó de despertar a Martiniano.
El combate fue infernal y desigual. Los Linares, con zarpazos de jauría, se lanzaban sobre las últimas energías de Martiniano.
Elvira, leona arrebatada, finalizó el duelo con el revólver que había traído en su valija. Como en un cuerpo a cuerpo, clavaba un balazo sobre quien alcanzaba con el caño del arma.
Un silencio de noche asustada corrió el telón. Ya era tarde para Martiniano

Elvira lavó y vistió los cuerpos, los acompañó a la fosa, los despidió, volvió a la casa, guardó las pertenencias de sus hombres, y se acostó a dormir en una cama que llevó a la cocina.
De permanente negro, mirada enclaustrada, siguió ocupándose de los intereses de la familia. No estaba muerta, sólo sin perspectivas ni ambiciones.

Cuando algún comedido le indicó que con su juventud y energía todavía podía tener esperanzas de una nueva familia, exclamó:
—¡Por favor!¿Dónde voy a encontrar dos maridos como ellos?

Carlos Adalberto Fernández
(de mi libro "Mundos orilleros") inspirado sacrilegamente en otro de J.L. En memoria



14 ago 2009

VENDER EL ALMA

Ofelia se encontraba en una difícil situación económica. Desesperada decidió tomar medidas extremas. Después de mucho pensarlo decidió venderle el alma al diablo. ¡Si señores!, como lo están oyendo al pie de las palabras, sin quitarles una coma.
Ante esta venta, cualquiera pensaría de inmediato en un cementerio y en ritos en donde se involucraban rezos invocadores al maestro, lo mismo que en el sacrifico de algún pobre gato negro cazado en los alrededores de una caneca de basura de restaurante. No señores, los negocios con el diablo se habían modernizado junto con la globalización de la economía. Lucifer, o como lo quieran llamar había establecido oficinas en todo el orbe y funcionan generalmente en el mismo sitio de las Bolsas de Valores de los diferentes países. Vender el alma al diablo en el siglo XXI era un negocio como negociar acciones o cualquier otro valor financiero por eso el lugar.
Nuestra amiga en mientes logró averiguar el sitio en donde despachaba El Negro de cachos y cola, como cree la gente del común que él se presenta ante sus posibles clientes, dirigiéndose hacia allí a proponerle el negocio de su vida.
Fue recibido de inmediato, pues la eficiencia y la calidad total, enseñada por los japoneses, también tocó las puertas del averno.
Una bella secretaria, noventa, sesenta, noventa, con una sonrisa evidentemente diseñada en uno de los tantos consultorios odontológicos especializados en el ramo, lo invitó a seguir y a tomarse un cafecito, mientras el patrón, que era un hombre muy ocupado, terminaba unos asunticos que lo retendrían unos pocos minuticos.
Después una corta espera, nuestra amiga hecha un atado de nervios y de curiosidad por conocer al tan mencionado personaje, por fin escuchó la orden de pasarla ante él. Le extrañó muchísimo que la hubiera llamado por su nombre de pila, ya que no se lo había dado a nadie. Este detalle la asustó un poco, pero a -¡lo que venimos!-, se dijo tratando de tomar un segundo aire antes de entrar a la oficina, que en su imaginación desbordada por los nervios se le hacía llena de humo y de llamas saliendo por todos los costados de la caliente habitación.
Lucifer resultó ser un hombre lo más de común y corriente:
Más bien bajo de estatura, con calvicie incipiente y de sonrisa encantadora, la oficina elegante y para su sorpresa con el aire acondicionado al máximo haciendo el ambiente más bien frio. Sin preámbulos y sin saludar mandó a sentar a su cliente en una de las sillas al frente del elegante escritorio.
El calvete al frente y también para sorpresa de la bruja, de raza blanca le dijo a Ofelia directamente y sin evasivas lo pertinente al respecto de la visita:
-Mira mujer yo lo sé todo en este mundo y también que vientos lo traen por estos lados. Está en una difícil situación económica y decidió venderme su alma y yo a comprársela, para que lo vaya sabiendo de una vez y no le demos vuelta al asunto-.
Ofelia aterrorizada por la sapiencia del demonio no desató palabra, ni siquiera las piernas le daban para huir de ese lugar como lo pensó por un momento, parecía atornillada a la silla, su voluntad en manos del personaje que tenía al frente.
Lucifer continuó con su discurso sin preocuparse en lo más mínimo de la evidente cara de terror esgrimida por nuestra amiga que alguna forma se tranquilizaba ante la seguridad esgrimida por el personaje que la miraba fijamente, casi sin pestañear.
-Para mí y nuestra empresa un alma en estos momentos está cotizada en la suma de cien millones de dólares y es lo que estamos dispuestos a pagarle de inmediato y en efectivo.
Ofelia al oír mencionar semejante cifra casi dejó de respirar, el corazón se le aceleró a mil y estuvo a punto de desmayarse. El diablo amablemente le pasó un vaso de agua y esperó pacientemente a que se recuperara. El ya estaba acostumbrado a esta reacción de los humanos cuando les mencionaban esas cifras tan normales para él, pero tan exorbitantes para los simples mortales llenos de necesidades monetarias.
-Pero, Ofelia, este negocio obviamente tiene sus condiciones. ¿Pero primero dígame si está dispuesta a correr con las obligaciones que el contrato especifica?
Ante la situación económica de nuestra amiga, y el diablo lo sabía, quien se iba a resistir a esa propuesta, por lo que aceptó cualquier condición, inclusive sin la lectura, de la letra menuda al anverso del libelo, que le fue colocado ante sus ojos para ser firmado de inmediato. Cosa que Ofelia realizó sin ninguna aprehensión y sin detenerse a estudiarlo minuciosamente. A pesar de las advertencias nadie le dedica un tiempo a la letra menuda y por eso después tantas frustraciones y problema, ni siquiera para vender el alma que es un asunto tan delicado.
-Bueno amiga y socia, primero le haremos entrega del dinero, que nuestra secretaria en estos momentos debe estar empacando para entregárselo una vez terminemos nuestra conversación. Nuestras condiciones son estas:
Son las tres de la tarde del día jueves, de mediados de año, se lo dijo en el mismo momento en que miraba un reloj Rolex de oro que llevaba con elegancia en su mano izquierda. Tiene seis meses para gastarse el dinero, el treinta y uno de diciembre del presente año a las doce de la noche personalmente pasaré a recoger su alma que desde ese momento será mi alma sin discusiones de acuerdo al contrato firmado por las parte en este maravilloso día de sol y de alegría para nuestra empresa-.
Ofelia no pudo más que atragantarse con la saliva ante semejante condición.
-Seis meses no más, definitivamente usted está loco, es imposible gastarse ese dinero en tan corto tiempo, ni viviendo cien vidas lo podría hacer a no ser que lo regalara, que según la letra del contrato no se puede en ninguna circunstancia. -
Como nuestro amiga era buena para hacer cuentas calculó que gastándose diez mil dólares mensuales se demoraría ochocientos años en conseguirlo.
Ante los argumentos esgrimidos por Ofelia, Lucifer le enseñó el contrato firmado diciéndole con voz ya no tan zalamera como al principio:
-Eso no es problema mío, contrato es contrato nos vemos en la fecha que le dije a las doce de la noche en punto pasaré por usted esté donde esté y le cuento para evitar problemas, no podrá esconderse de mí para que ni lo intente, ¡queda claro!-.

Ofelia compungida pero a la vez decidida a comenzar una nueva vida se dedicó a tratar de gastarse el dinero. Cosa que como era obvio no logró sino en una mínima parte.
Llegado el treinta uno de Diciembre Ofelia todavía tenía gran parte en su poder, y como es costumbre de las malas pagas había olvidado el pacto con el diablo.
Una revista, que miraba mientras se hacía un tratamiento de belleza en una elegante y cara peluquería del centro de la ciudad, le enseñó en una de sus páginas la figura de un demonio; publicidad de una marca de aceite americano y recordó de inmediato el terrible pacto que debía cumplir ese día a media noche; precisamente cuando todo el mundo se abrazaba para saludar la llegada del nuevo año.
Decidió de inmediato no cumplir con los acuerdos, huiría en su avión particular hacia la selva amazónica y se internaría en la selva en donde el diablo no la encontraría.
Dicho y hecho, hacia las cuatro de la tarde ya estaba en Leticia, ciudad limítrofe de la selva colombiana, brasileña y peruana.
Compró de inmediato varias mulas, amarró en su lomo las grandes maletas en donde cargaba el dinero restante y se internó en la impenetrable selva virgen.
Después de caminar varias horas, hacia los once y cuarenta y cinco de la noche divisó una cabaña. Faltaba un cuarto para las doce y calculó en estar llegando a las doce en punto a ese refugio, en donde era imposible que el diablo lo encontrara.
Al abrir la puerta, frente a un espejo estaba el calvete peinándose las pocas mechas que tenía. Al ver a nuestro amiga le dijo con voz de sorpresa:
! Vaya Ofelia, usted si es cumplida y considerada, me economizó el viaje, me estaba peinando para salir a buscarla!

ARY

13 ago 2009

EL PERRO 2


Basado en acontecimientos reales ocurridos en Dique Lujan, Pcia. De Buenos Aires, Argentina.

Octubre de 1952
Las puteadas de Alfredo se oían a media cuadra
- Otra vez!!!, la puta que lo parió!!!-, Gladys lo miraba desde la ventana de la habitación en el primer piso de la casita que habían estrenado hacia apenas un año, justo frente al arroyo a metros de punta canal, en Dique Lujan.
- El viejo Nissi, seguro que fue el viejo loco de Nissi!!! Hijo de puta, lo voy a reventar!!!
- Calmate por favor Alfredo, no sabes si fue él, para un poco, te va a hacer mal...
- Mal le voy a hacer a ese desgraciado cuando lo agarre....
La bronca de Alfredo era mayúscula, esta vez no sólo le faltaban otras dos gallinas, sino que también le habían arrancado la puerta del gallinero con candado y todo, desde hacia un par de noches su plantel de ponedoras y batarazas había disminuido en seis miembros... todas las noches desaparecían dos, y las que quedaban estaban como atontadas, no ponía huevos desde el primer día y comían muy poco.
Durante el almuerzo el mal humor del dueño de casa fue declinando... el hecho de estar recién casado y tener una bella esposa era suficiente para tenerlo satisfecho, sin embargo la idea que el loco Nissi le llevaba las gallinas seguía dándole vueltas y vueltas por la mente.
Nissi era un tipo cincuentón que según se contaba en el pueblo había perdido el juicio cuando trabajaba como sereno del cementerio de Tigre, al parecer el hombre vio una noche en el depósito de féretros de la capilla del cementerio como uno de los cajones se bamboleaba y caía al piso, al tiempo que una mujer con mortaja salía de el.
El tío Mauricio sabía bien la historia y un día se la contó, al parecer la mujer sufría de una rara enfermedad llamada catalepsia que deja las personas como muertas, y aquella mujer tuvo la fortuna de no ser enterrada por el horario y logró salir de allí... el caso fue muy comentado por los diarios pero eso no fué suficiente para evitar que el pobre Nissi se volviera loco. Vivía solo en una rancho sucio en el otro extremo del pueblo, sin trabajo ni familia, y subsistía a duras penas con las cosas que le acercaban el padre de Alfredo; don José, su tío, y por supuesto Mauricio. Incluso lograron hacerlo bañar dos veces por semana y las hijas de don José se encargaban de lavarle la ropa cada tanto... como detalle curioso no usaba cinturón sino un pedazo de soga de seda de las que se utilizan para descender los ataúdes al foso...
Gladys le comentó a Angélica, su suegra, el enojo de Alfredo temiendo que hiciera una locura... sin embargo la madre de Alfredo la tranquilizó diciéndole que él sería incapaz de dañar a nadie, mucho menos a un loco...
Lo voy a agarrar, te juro que lo voy a agarrar con las manos en la gallina, ya vas a ver... le decía a su mujer entre bocado y bocado durante el almuerzo.
Dejate de locuras, no vale la pena, ese viejo no debe ser, ya vas a ver... para mi es algún animal, un perro grande o algún zorro que se cruzó de la isla..
No y no! El portón no lo desarmó un perro ni un zorro, fue un chancho de dos patas y lo voy a despenar, ya vas a ver, esta tarde en el taller le voy a preparar una sorpresita... ya vas a ver
Que vas a hacer Alfredo? No seas loco! No quiero problemas..
Vos dejame a mi.
Esa tarde le costó a Gladys sacar a su marido del taller, estaba concentrado trabajando en algo que tenía cables y lámparas. Ella no entendía que era eso pero supuso con razón que seria la famosa sorpresa para el ladrón de gallinas..
Listo, ya está, le dijo con orgullo Alfredo al mostrarle el aparato que acababa de construir, mientras tomaba un mate bien caliente que ella le alcanzo.
Y eso qué es? Preguntó su mujer intrigada
Es una alarma, cuando ese viejo se mande al gallinero una luz se va a prender en la pieza, solo tengo que manotear la escopeta y listo. Ya va a ver ese malandra!
Y si es un perro anda igual?, porque yo estoy segura que es un bicho...
Por supuesto, pero creeme que el ladrón de gallinas anda en dos patas, ya vas a ver... y por las dudas además de la escopeta voy a preparar también el .38
Alfredo guardaba celosamente en la mesa de luz un hermoso smith wesson de seis pulgadas del .38 special, que solía sacar por las noches cuando los perros ladraban mas de lo debido, aunque también usaba la “luppara” una escopeta belga que el dueño de uno de los cruceros que se amarraban en la guardería le había regalado, estaba estropeada en los extremos de los cañones por haberla disparado teniéndolos llenos de barro... pero el ingenio de Alfredo la había restaurado y ahora era una hermosa escopeta de defensa al estilo italiano y con cañones recortados... “si..., ese viejo ladrón se llevará una linda sorpresa esta noche” pensaba mientras preparaba un cartucho con aserrín y sal gruesa para un cañón y plomo fino para el otro por las dudas...
A las siete terminó de instalar los cables y de reparar la puerta del gallinero justo cuando desde la cocina cercana ya podía olerse un delicioso aroma a salsa.
Vení a comer Alfredo!, le grito su mujer desde allí
Ya voy, me lavo las manos y estoy...
La cena transcurrió entre la charla del joven matrimonio y la música de la radio inestable que sonaba en un rincón de la cocina... los días de plenilunio la señal reverberaba y se perdía por momentos dificultando la audición, sin embargo la melodía de fondo era buena para tapar los ladridos de los perros que desde hacía unos días estaban alterados y ladraban día y noche hacia todos lados.
Que les pasará a los perros que están tan locos estos días?
Ni idea, pero desde el jueves que no paran de ladrar... hablando de eso tendríamos que conseguir algún ovejero como el Lobo del viejo... si tuviéramos un perrazo de esos seguro que Nissi ni se habría arrimado al gallinero, refunfuñó Alfredo.
Lobo era un enorme perro ovejero alemán de Alfredo padre, cariñoso y manso con los chicos y la gente durante el día, pero guardián implacable durante las noches, desde que el vivía en la guardería no volvieron a visitarla los rateros... aunque hasta el estaba alterado esos días y habían tenido que atarlo en el fondo del taller. Realmente algo raro pasaba en Dique por aquellos días porque los animales estaban nerviosos y reaccionaban de maneras inesperadas, como el Colita, el perro de doña Braulia, que se soltó de la cadena y a los ladridos se metió en el monte como un loco, pobre los hijos de Braulia cuando le tuvieron que dar la noticia que algún desgraciado lo había partido en dos con un machete o algo así, por supuesto todos pensaron en Nissi, pero la voz autorizada y pausada de Mauricio había calmado los ánimos cuando querían ir a buscarlo para pedirle explicaciones.

A las diez la pareja cerró con las trancas las puertas de la planta baja y se retiró al dormitorio, Alfredo conectó su alarma, preparó la escopeta cargada de su lado de la cama y el .38 del otro lado...
Vos estáte lista, si esa luz se prende es porque el ratero está otra vez en el gallinero, voy a bajar y agarrarlo ahí, pero si la cosa se pone espesa tirá un par de tiros al aire para llamar la atención, no vaya a ser que venga con compañía...
Bueno, dejáte de joder y vamos a dormir de una vez..., le respondió pícara y con un brillo cómplice en los ojos... vení acá machito..., le dijo mientras apagaba la luz.
El reloj marcaba las tres y cuarto de la mañana y Alfredo soñaba con velas y olas cuando la luz se encendió... Gladys lo despertó zamarreándolo bastante, le costó despertarse y darse cuenta de lo que pasaba, pero cuanto lo hizo un escalofrío le recorrió la espalda, esa luz significaba que aquello que le estaba llevando las gallinas estaba ahí mismo, dentro de su propiedad y de su gallinero.
A pesar de ser primavera la noche estaba fría y se puso el pesado capote de marinero que le regalara el abuelo Papee cuando vino a vivir al dique hacia unos años... cargó el cartucho con sal en el cañón derecho de la escopeta, le dio el .38 y la linterna a Gladys y con sigilo quitó la tranca de la puerta de la cocina, abrió despacio y se hundió en la lóbrega y oscura noche bajo la mirada asustada de su mujer que lo veía desde la ventana del dormitorio. Según lo convenido, Gladys encendió la luz del patio justo cuando su marido estaba frente a la puerta del gallinero escopeta en mano.
Lo que paso a partir de allí fue materia de comentario en cuanto encuentro de vecinos hubiera y generaba temor en todos los habitantes del dique sobre todo por las noches, durante los meses siguientes las gentes se retiraban bien temprano al interior de sus casas y era raro ver alguien por la calle después de las nueve cuando se hacía de noche.
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Alfredo no entendía que hacia allí su padre su madre y su hermano Ruben, tampoco entendía como estaba ahora en su cama cuando lo último que recordaba era que estaba saliendo de la cocina para enfrentar al ladrón de gallinas...
Qué pasa, qué hacen acá? Cómo vinieron? preguntaba desorientado
En ese momento notó que en el extremo de la habitación estaba recostada Gladys, llorando con los ojos desorbitados asistida por Renee y Noemi, la hijas de su tío José.
Qué pasa? No entiendo nada, por favor, alguien que me explique que pasó!!! Gritaba tratándose de incorporar mientras su padre y su hermano lo sujetaban
Quedáte quieto, espera que venga tío Mauricio, así nos enteramos todos de lo que pasa, solo puedo decirte que vinimos por los gritos de tu mujer y los tiros, le gritaba su padre mientras lo sujetaba
Pero que le pasa a ella? Esta bien?
Si, está bien pero muy asustada, terció Renee, ya mandamos a buscar a Mauricio, porque dice que solo quiere hablar con el.
Al rato se escuchó golpear en la puerta, era Mauricio que traía consigo el winchester y tenía un extraño brillo en los ojos.
Déjenme con Gladys un momento por favor, necesito hablar con ella a solas, fue lo primero que dijo.
Yo quiero quedarme tío, por favor, no puedo recordar que nos pasó ni como llegue acá, por favor...
Esta bien, pero no abrás la boca hasta que termine de contar lo que paso, esta muy asustada y puede entrar en colapso, esta claro?
Si tío, le contesto mientras se sentaba en la cama al tiempo que el resto de la familia bajaba a la cocina.
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El relato de Gladys fue alucinante... sin embargo, el rostro de Mauricio se mantenía inalterable mientras la oía... en cambio Alfredo abría los ojos al extremo y transpiraba fríamente al escuchar las palabras de su mujer.
Todo empezó cuando saliste... yo me asomé a la ventana y preparé la linterna como me habías dicho, la puerta del gallinero estaba abierta y fuiste para ahí... fue entonces cuando salió esa cosa con las gallinas en la mano..
Cosa?, Qué cosa?, preguntó casi gritando Alfredo... No me acuerdo de nada!!!
Te dije que no hables, terció Mauricio
La.. . cosa, el tipo... lo que... lo que sea eso!!! Era horrible!!!!!!! HORRIBLE!!!!!!!!!
Tratá de recordar exactamente que viste por favor...
Era... alto. Muy alto una cabeza mas alto que alfredo o mas... vestido de negro, con un capote como los de los marineros ingleses, esos que tienen capucha...
Qué mas? Cómo era su cara?
Aquí la pobre Gladys rompió en llanto nuevamente y hubo que calmarla y darle unos sorbos de agua
Eso fué lo peor... su... cara... no parecía una cara, ni una persona... era... como un perro!!!! Tenia la cara de un perro!!!
Que decís Gladys?! rugió Alfredo..
Callate de una vez!!!!!!!, gritó Mauricio, dejála hablar por favor o salí de acá!!!
Esa... cosa, prosiguió Gladys, era enorme y se llevaba dos gallinas... pero lo raro es lo que hiciste vos, dijo mirando fijamente a Alfredo...
No me acuerdo de nada... qué hice?
El se corrió..., lo dejó pasar como dormido.... le respondió mirando fijamente a Mauricio...
Y ese ser que hizo entonces?, preguntó Mauricio
Nada, Alfredo se corrió a un costado bajando la escopeta y le pasó caminando justo adelante... entonces se detuvo y.... tragó saliva e hizo una pausa...me miró... diciendo esto volvió a romper en llanto con una especie de hipo y cloqueo y hubieron de esperar unos instantes a que se calmara y continuara.
Era el ser mas horripilante que haya visto nunca!!! Le tiré todos los tiros del revólver...Tenía la cara como el lobo, el perro de mi suegro, pero mucho mas grande y feroz... espantoso!!! Decía casi a gritos mientras lloraba...
No puede ser... tenés que haber visto mal... o sería un tipo disfrazado... no tío?, preguntó Alfredo mirando a Mauricio.
Es posible..., dijo Mauricio, ya he oído lo necesario... Suban chicas!!! Les gritó a Renee y Noemí que esperaban al pié de la escalera, donde también estaba Angélica, la suegra de Gladys.
Que hacemos ahora tío?, hay que buscar a Nissi, seguro que él es el disfrazado...
No digas pavadas, Nissi es mucho mas bajo que vos, esto es otra cosa, quedáte con tu mujer y cuidala.
Dicho esto, Mauricio tomó el Winchester y bajó veloz las escaleras a pesar de su cojera...
Preparame el bote Ruben, tengo que salir ya, poné el farol grande, el hacha y la bolsa que traje
Donde vas hermano? Le preguntó Alfredo.
A arreglar este asunto, si no vuelvo mañana a mediodía díganle lo que pasó a Benjamín.
Benjamín era el hermano menor de la familia y estudiaba en la Capital.
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Ya casi era de día cuando Mauricio llegó a una pequeña isla cerca de los bajos del Temor donde en medio de la bruma de la madrugada podía adivinarse la figura de un destartalado rancho.
Con precaución corrió una bala a la recámara del Winchester mientras que en la otra tenía el farol en alto, descendió en el pequeño muelle y con decisión encaró la pequeña barranca que lo separaba del rancho.
Pablo!!! Pablo!!! Gritó con todas sus fuerzas.
Qué querés Mauricio? Andate, por favor andate que no quiero lastimarte..
Tenés que terminar de una vez con esto Pablo, por favor, o tarde o temprano va a terminar mal todo y va a salir alguien lastimado..
Tengo que comer!!! Gritó desde dentro del rancho... que preferís, que me traiga a alguien en lugar de las gallinas???
Quedamos en que me avisarías si volvía tu enfermedad, sabes que es muy peligroso que vayas al pueblo cuando estás así! Gritaba Mauricio mientras se acercaba cautelosamente al rancho.
No le hice daño a nadie!!!
Pero podría haber pasado y Alfredo es mi sobrino!!!
No hice nada!!!
En ese momento Mauricio se asomó por la ventana del rancho alumbrando y encañonando con su arma a un ser de pesadilla, mitad hombre mitad lobo gigantesco cubierto de pelos largos y toscos.
No voy a hacerte daño Pablo, sabés que nunca lo haría... pero tenés que irte de acá, si se enteran vendrán a quemarte vivo.
Mientras decía, esto el ser aquel comenzó a llorar al tiempo que una extraña transformación empezaba a producirse mientas salía el sol.
De pronto de ese ser no quedaba nada, solo un hombre delgado que tiritaba en una esquina de la habitación por estar desnudo.
En ese bolso de marino te traje todo lo que necesitas, incluso mi escopeta y el revólver, también te traje la plata que saque por la barcaza... tenés que irte ya antes que la gente empiece a atar cabos...
Dónde puedo ir? No tengo a nadie en ninguna parte...
Hablé con un amigo en Corrientes, el tiene un lugar en el Iberá donde podes ir, una toma de agua de una arrocera en medio del estero y lejos de todo, hay muchos animales así que podes alimentarte tranquilo y lejos de la gente..
En ese momento Pablo levantó la mirada agradecida mientras Mauricio lo cubría con su pesado capote y le alcanzaba unas raídas ropas que había en un rincón...
Por qué no me mataste cuando supiste lo que yo era?... porque no me hiciste daño?
Vos no tenés la culpa de lo que te pasa, además sos un buen tipo a pesar de todo...
Así siguió la mañana y para las diez tenían ya todo acomodado en la pequeña balandra de Pablo, que estaba listo para partir.
Ya tenés todo, también la carta para el viejo Galarza, está al tanto de todo y no hará preguntas, pero tenés que estar allá antes de la próxima luna, dame tu palabra.
Lo prometo, declaró solemne Pablo, y nunca voy a olvidarme de vos...GRACIAS!
Todos tenemos derecho a vivir.
Se dieron un abrazo y de un empujón Pablo colocó la balandra en el canal central del río.
Mientras se alejaba saludaba con una mano al tiempo que Mauricio permanecía muy serio y algo triste.
La balandra se perdió de vista finalmente en el recodo del canal.
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A las doce en punto el bote de Mauricio atracó en el ancón de la guardería mientras José y Alfredo padre lo ayudaban a desembarcar.
Ya está hecho. Lo que pasó anoche aquí no volverá a repetirse tienen mi palabra, sentenció Mauricio frente a la muchedumbre que lo esperaba. La noticia de los sucesos de la noche anterior habían corrido como reguero de pólvora y casi todo el pueblo estaba allí.
Pero que pasó?, que fue lo que andaba anoche por acá?, preguntaron varios que estaban armados de escopetas, rifles y machetes...
Vayan para sus casas, nada mas va a pasar, pueden quedarse tranquilos.
El tumulto continuó un rato, pero la palabra de Mauricio pesaba mucho dentro de aquella comunidad y su tranquilidad pronto fue extendiéndose a todos. Para las seis de la tarde ya todos estaban en sus casas, eso si, con las escopetas listas y las trancas bien calzadas.
Sin embargo y tal como lo anticipara Mauricio, no volvió a producirse por aquellos lugares ningún otro fenómeno parecido a los de aquella noche de Octubre, aunque la leyenda continuó hasta nuestros días.
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Cuentan los mariscadores del Iberá, que cerca de la isla El Disparito, próxima a la laguna Luna; en los esteros, puede verse la popa semi hundida de una vieja balandra y las noches de plenilunio se oyen los aullidos mas aterradores que se hayan oído nunca por esos parajes...

Daniel Pratt

5 ago 2009

SIN COMPASIÓN


Y así sin ninguna compasión consigo mismo, ni con aquella que era capaz de dar su aire si su aire él lo necesitara.
Renuncio a todo, decidió refugiarse entre sus muertos cuando le sobraba vida. El miedo y la cobardía le pudieron no fue capaz de mirar la felicidad de frente, tomarla ni vivirla, Se convirtió en un ser muerto en vida navegando en la oscuridad, rumiando sus tristezas, hurgando en sus heridas y desamores, se inundo de soledades y amarguras, se volvió un huraño sentado en la puerta de la vida esperando la muerte cuando le sobraba vida.
Mientras la vida le ofrecía un arco iris, una luna llena, una noche llena de estrellas que traía en la brisa el amor de aquella que lo amaba…pero él había perdido toda sensibilidad y sus ojos había vendado para no ver ni asumir la realidad y a su triste corazón lo tenia prisionero amordazado y encadenado.
Se arrojo al olvido, cayo al abismo de la desesperación. Corto sus alas y la desesperanza se instalo en él.
Se abandono por completo se negó la luz , se negó a ser feliz porque le daba miedo, pensaba que no tenia derecho que tenia que sufrir, que estaba viejo y cansado decía, pero la realidad era otra, le faltaba mucho por vivir aún.
Y todo esto era una excusa porque era un cobarde que le daba pánico vivir , era un ser débil incapaz de arriesgar y de luchar por lo que quería y amaba, ante el primer obstáculo se frenaba y renunciaba, daba todo por perdido antes de dar la batalla,.
Aquella que lo amaba tanto trato de mostrarle, de enseñarle a disfrutar la vida a plenitud, pero el se empeñaba en aislarse en encerrarse y como excusa por bandera anteponía siempre el dolor.
No se daba cuenta que con su actitud no solo se condenaba él sino que también condenaba aquella que lo amaba tanto.
Él no lograba ver más allá de sus narices donde la luz aparece, donde la tormenta cesa y llega la calma y el sol resplandece nuevamente, donde las lágrimas dejan de fluir y la sonrisa se instala…
Donde se aprende que el amor no es sufrir, que la renuncia no sirve de nada, donde la muerte no llega cuando se desea sino cuando nos toca.
Donde se aprende que la vida es un ratito, que hay que vivirla día a día sin dejarla escapar y con intensidad, que el hoy es un presente y el presente es un regalo.
Pero aquella que lo amaba no se dio por vencida y le pidió a la luna le permitiera acompañarla y sentarse en su borde en las noches de luna llena, para así velar por su amor y llegar a él transformada en rayitos de luz de plata y darle su luz y acariciarlo suavemente dejándole su amor sin que él se percatara que era ella quien velaba y cuidaba de él en noches de luna llena .
Desde su luna todas las noches elevaba sus plegarias al universo al unísono por su amor.
D/A
Maria Jiménez V.
escaam1967@hotmail.com

3 ago 2009

EL PERRO


Un hecho real ocurrido en 1952.


Aquella noche Osvaldo estaba muy cansado, el “baile” que le había dado el sargento fue terrible y destructivo, seis horas de instrucción continua y luego dos horitas en el campo de tiro fueron suficientes... las piernas no le respondían, los hombros dolían feo y el hambre le aguijoneaba el estomago. Pero no importaba nada, porque en unos minutos el tren lo dejaría en la estación de San Martín, y de ahí las dos cuadras que la separaban de la casa de Titi se irían volando... Su novia estaría allí con los ravioles prometidos y las caricias a flor de piel, el único problema era el tren, porque el ultimo para Maschwitz salía de allí a la 1:05 lo que daba cuatro horas y pico para la cena y mimos.
Titi estaba radiante cuando abrió la puerta, la verdad es que Osvaldo lucia impecable en el uniforme azul de la federal, y esa gorra que él tanto odiaba le sentaba magnifica, pero no podía ser muy demostrativa ya que la mirada helada de la Negra controlaba la situación, Titi sabia que estaba de prestada en la casa de su hermana y no quería incomodarle ni incomodarse con una situación enojosa, demasiado bien sabia que ella era muy estricta y anticuada y le importaba mas lo que pensaban los vecinos que su propia felicidad.
Lo saludo con un beso en la mejilla y se deleito con el aroma de la colonia que ella misma le regalara una semana atrás mientras el le entregaba el paquetito con masas que traía para el café de postre, la charla durante la sobremesa giro sobre temas triviales, lo duro del trabajo en la fabrica para las hermanas y lo duro del entrenamiento en la escuela de policía para el... después de los postres la Negra estaba vencida de sueño y cabeceaba en la mesa, no quería dejar sola a Titi con Osvaldo pero el cansancio del día era mas fuerte, por lo que decidió retirarse a dormir, no sin antes mirar por la cancel para comprobar si los vecinos indiscretos no verían a su hermana despedirse de su novio demasiado apasionadamente. A partir de allí la cosa mejoro notablemente para Osvaldo que pudo, al fin, disfrutar de un poco de intimidad.
Las horas pasaban implacables y pronto seria tiempo de retirarse, a riesgo de perder el ultimo tren a Maschwitz y tener que dormir en la estación... como habían convenido dejo su uniforme allí para que las hermanas lo limpiaran adecuadamente durante el fin de semana y de civil, abrigándose con el grueso sobretodo que le había prestado don José, su padre, Osvaldo al fin pudo juntar valor para dejar a su novia en la puerta y marchar a la estación con el tiempo justo porque ya veía baja la señal que indicaba el próximo tren.
En el vagón no había un alma y el frío realmente calaba los huesos, poniéndolo de muy mal humor ya que a esa hora el único taxi que podría llevarlo hasta Dique Lujan hacia rato que estaba en el garaje. La caminata que le esperaba era brava a esa hora y con ese frío, mas aun cuando si o si tendría que cortar camino por el viejo terraplén de la vía muerta que unía los dos pueblos, ya que le ahorraría por lo menos dos kilómetros de marcha, no tenia miedo de andar por allí a esas horas ya que la Ballester Molina cal. .45 descansaba aceitada y lista, en el cinto y sobre la cadera, cerca de su mano derecha. Osvaldo estaba orgulloso de ella, era un arma bella y muy precisa y con ella había pasado con honores las condiciones de tiro.
El tren se detuvo estrepitosamente y salto al anden y a la noche cerrada, los únicos allí eran el señalero, con cara de dormido, el guarda y él, nada se movía en la oscuridad y ni se tomo el trabajo de mirar hacia el bar de Conti para ver si estaba el taxi, sobradamente sabia que Giordano, el dueño, ya estaría por el cuarto sueño...
Encaró con decisión el sendero que conducía el terraplén no sin antes correr una bala a la recámara de la .45, por si acaso, cuando llego al pequeño puentecito de madera que conectaba el sendero con el albardón no pudo evitar un intenso escalofrío que le recorrió la espalda, al tiempo que una sensación vaga de temor le pasaba por el corazón dándole una descarga de adrenalina; realmente ese lugar era tenebroso a aquella hora, mas aun con la niebla baja que no levantaba mas de un metro desde la superficie del arroyo que corría a la derecha del terraplén. Trato de no pensar en ello concentrándose en el lindo fin de semana que le esperaba; la mañana y hasta la media tarde del sábado tenia que terminar un trabajo en la carpintería de don José para tener unos pesos para llevar a Titi al cine y pizzeria por la noche, el domingo levantarse temprano para navegar en el bote que el mismo había hecho, asado al mediodía y paseos por la tarde con su novia y amigos, por la noche cena con los hermanos y su padre y a la cama, ya que el lunes vuelta a la escuela de policía, en esos pensamientos estaba cuando oyó una gran agitación a su derecha y adelante en el albardon. Se detuvo en seco e instintivamente su mano derecha rozó las cachas de la Ballester... algo estaba nadando en el zanjón y se dirigía indudablemente hacia el terraplén, como a veinte o treinta metros por delante de él. Luego de un momento de duda decidió ocultarse detrás del tronco de una frondosa casuarina a su izquierda y aguardo expectante, maldiciendo la falta de luna, tapada por una nube gorda, y de una oportuna linterna.
Algo finalmente trepaba con trabajo el borde del terraplén, con temor y olvidándose del frío extrajo la .45 que empuño con firmeza y aguardó expectante, los segundos se hacían eternos y no podía ver que era aquello que ya alcanzaba la parte superior del camino...
Un suspiro de alivio resonó en la noche cuando vio que eso que lo había asustado tanto era “Paco” el gran perro blanco y peludo del almacenero que a pesar de estar chorreando agua tenia una silueta inconfundible... –Perro de mierda- pensó para sus adentros mientas se relajaba y bajaba la pistola. El perro pasó sin verlo cruzando directamente los seis metros del albardon y se arrojo sin vacilar a la zanja del otro lado...-Perro loco-, penso ahora mientras otra vez se oía agitación en el arroyo.
- Que carajo pasa ahora?, penso mientras en lo profundo de su mente una alarma instintiva le decía que algo no andaba bien. El Cachorro trepó por el mismo lugar y cruzó derecho detrás de Paco, Cachorro era el perro favorito de su tía Angélica; y detrás de él paso el Negro, luego otros tres perros que conocía de vista, después el Lobo, el gran perrazo marrón del tío Alfredo, que parecía no sentir en ese momento los casi catorce años que cargaba encima, después mas y mas perros salían del arroyo, cruzaban sin verlo y se tiraban sin dudar al zanjón del otro lado.
Aquella situación era atemorizante, mas por lo extraña que por lo peligrosa, ya que los perros no parecían notar que él estaba allí, sin embargo volvió a levantar la Ballester y decidió quedarse ahí detrás de la casuarina hasta ver que pasaba...
Contó mas de veinte perros y hubiera jurado que por ahí pasaron casi todos los perros de Dique, ¿que sería aquello?, pensó; alguna perra alzada, seguro...
Justo en ese momento volvió a sentir movimiento en el arroyo, pero esta vez era diferente, el sonido era pausado y medido, como de alguien que se desplazaba por el agua con movimientos enérgicos pero precisos... el sonido cesó de pronto y las ramas de la orilla se movieron lentamente para dar paso a una nueva figura que emergía del agua.
Un perro de tamaño descomunal se alzo en el terraplén y se detuvo justo en el sendero levantando el hocico y olfateando el viento; Osvaldo no pudo evitar estremecerse de la impresión, aquel perro era de veras grande y de aspecto amenazador, nunca había visto animal de semejante tamaño y ciertamente no era de Dique, ya que difícilmente un bicho así le hubiera pasado desapercibido. El perro continuaba oliendo el viento mientras Osvaldo se felicitaba a si mismo por tener en la mano la .45...
De repente el animal quedo estático... luego lentamente bajó la cabeza y miró directamente la casuarina que ocultaba a Osvaldo.
En este momento el frío dejo de existir para él, ya que un sudor copioso le ganó la frente al tiempo que un temor desconocido le atenazó los músculos al punto de dejarlo casi inmóvil de la impresión. El animal clavó los ojos en los de Osvaldo y le brillaban con un extraño y fosforescente color rojo fragua, mientras que fruncía el ceño dejando ver una hilera de enormes dientes blancos, enmarcados por colmillos descomunales...
El policía creyó oír un gruñido sordo y gutural justo cuando el perro comenzó a dirigirse lentamente hacia él. Lo que siguió fue instintivo, levantó la pistola y el estruendo del disparo lo sorprendió quebrando el espeso silencio de aquella noche, el resplandor del fogonazo lo dejo por un segundo enceguecido, al tiempo que realineaba las miras de su arma.
El animal seguía allí, pero se había detenido, esta situación aterró aun mas al asustado Osvaldo; cualquier animal habría huido de inmediato ante semejante estampido, pero este no. Parecía inmutable parado allí bajo el fulgor de la luna llena y la helada que caía mansa desde el cielo. Por un instante nada se movió y ambos estuvieron conectados por las miradas, hundidas en los ojos del otro...
Finalmente el terror del hombre pudo mas y resonó un segundo disparo, y luego otro, y otro hasta que se agotaron las siete rondas del cargador.
A aquel animal parecían gustarle los disparos ya que seguía allí sin moverse, mientras Osvaldo buscaba desesperadamente en el bolsillo trasero del pantalón el cargador de repuesto, mientras no sacaba los ojos del animal.
Lo que siguió a partir de ahí hizo que Osvaldo tuviera dificultades para dormir durante los siguientes meses...
El animal se irguió sobre sus patas traseras estirando el cuello y la cabeza al cielo al tiempo que emitía el aullido mas espeluznante que hubiera sonado por aquel lugar. El corazón del policía trataba de salirse de su pecho mientras se entrecortaba su respiración y el terror se apoderaba hasta de la ultima fibra de su ser.
Logro, luego de un par de intentos, colocar el segundo cargador en la pistola justo en el momento en que aquella bestia volvía a colocarse a cuatro patas y desaparecía a toda velocidad por el hueco entre la vegetación que los otros animales habían dejado minutos antes, mientras Osvaldo intentaba apuntar sin éxito, debido a lo intenso del temblor que el miedo le provocaba.
El ruido y la agitación se fueron alejando hacia su izquierda, mientras el policía temblaba y trataba de controlar la respiración... con el correr de los minutos logro clamarse lo suficiente como para intentar moverse y seguir caminando, sin embargo la idea de pasar por donde minutos antes estaba aquello le causaba una viva impresión difícil de controlar, sumado al hecho que una espesa nube cubría ahora la luna impidiendo ver mas allá de un par de metros.
Luego de media hora y al no oír nada mas, logró juntar el coraje de continuar su camino alumbrando el sendero con la débil luz de la llama de bencina de su encendedor zippo. Corrió las cuadras que lo separaban del camino principal, pistola en mano y dándose vuelta constantemente, imaginando al animal acechándolo. Nada pasó sin embargo y logro llegar al sendero, que tenía los tres puentes de madera que cruzaban los zanjones que lo separaban de punta canal, que es donde vivía.
Esa noche se acostó con la pistola cargada bajo la almohada y le fue imposible dormir; a la mañana siguiente le contó a su padre y sus hermanos el suceso de la madrugada. Las reacciones de ellos fueron variopintas; las hermanas escucharon con temor y guardaron silencio, Toto y Petiso en cambio se rieron a carcajadas con chanzas y comentarios sobre la cantidad de alcohol que Titi seguramente le había administrado en la cena anterior... Don José en cambio guardo silencio.
“Anda a contarle lo que te paso a Mauricio” le dijo su padre cuando quedaron solos.
Mauricio, su tío y hermano de don José, conocido en todo Dique como la persona con mas conocimientos de cuanta cosa rara pasare, escucho atentamente el relato con mirada inescrutable y sin pronunciar palabra… y al final le dijo que no tuviera miedo, que probablemente no volvería a cruzarse con ese animal nunca mas; cosa que efectivamente paso, nunca volvió a ver algo así; sin embargo, a partir de ese día y hasta su muerte, Osvaldo durmió siempre con una escopeta al lado de su cama, cargada con dos cartuchos que el tío Mauricio le había recargado personalmente... usando como munición trozos de aquella gruesa cadena de plata que tenia el reloj de bolsillo, que el abuelo Papeé le había regalado al joven Maurice, como gustaba llamarlo el viejo, justo un tiempo antes de morir.
Daniel Pratt

1 ago 2009

EN LA CUNA DEL AIRE


La primera luz del día , golpea en el vidrio de la ventana que da a la calle. Millones partículas ,luego de bailar por el aire , se prendieron besando a ese mar transparente y me contaron todos sus secretos.

Visitaban las torres de los templos, y se aturdían junto a la campana, lanzando su único lenguaje. Mareadas y en la falda del aire ,llegaron a unirse con el polvillo de las tizas en un aula lejana. Cuando una ráfaga las sorprendía, sus manos se tomaron fuerte y recorrían los bosques , en sus nidos, su música y sus flores, hasta descansar en el verde vestido de los árboles.

! Cómo latían sus corazones si aparecía la lluvia! . Buscaron refugio en los huecos más insólitos.

Así desde el fondo del tiempo , seguían viajando y escuchando todos los secretos de los enamorados , las trampas que hacían los niños jugando a la escondidas, los acuerdos o desacuerdos entre los políticos y los artistas de todo orden.

Cruzaron los océanos, las ciudades y los campos. A veces quedaban pegados a algunos plumerillos y más rápido viajaban, ¡ si hasta les parecían estar sentadas en un helicóptero!

Cuánta libertad y cuánta amistad .

Miles y miles de partículas democráticas poniéndose de acuerdo hacia qué punto cardinal viajarían.


. Se acomodaban a todos los transportes, algunos muy lentos , otros demasiados rápido. Eso sí , siempre conociendo el mundo humano.

Tanto me entusiasmé, que quise por un momento, ser una partícula. Viajar por todo el planeta ,llenarme con la luz solar y rodeada de oxígeno, besar otro vidrio, otra ventana, para contar una historia desde un ángulo diferente, desde el aire, abrazando nuestro planeta...


Stella Maris Taboro

http://taborolahistoriaenpoemas.blogspot.com/