7 jul 2009

EL AMOR CORPORIZADO

Era una de esas noches en que uno intuye que nada nuevo puede pasar.

Marcelo estaba recostado en su sofá, mirando por la TV uno de sus programas favoritos.El teléfono de línea comenzó a sonar, estaba tan acostumbrado a la chicharra de su celular que tardó en percatarse que era su teléfono y no en la tele.

Del otro lado, una voz muy dulce pronunció su nombre, solo atinó a preguntar ¿quién eres?, no conocía la vos, ella demoró en contestar y dijo: -“soy tu hija. Mamá me contó la historia de ustedes, de hace diez y ocho años, y que nunca se atrevió a contarte sobre mí.

Argumentó que eras demasiado orgulloso y que no le creerías; no querías compromisos, así que para que te lo iba a contar.

Decidió tenerme y nunca te enteraste, ya que no te vio más, ella solo fue una aventura para ti”

Marcelo quedo anonadado con semejante noticia, su cabeza comenzó a recorrer el tiempo hacia atrás, y entonces la vio en su mente, era Angélica, había venido de un pueblito del interior, y se había deslumbrado con él, eso lo recordaba perfectamente en ese instante, ya que nunca más de le había cruzado por su cabeza luego que ella lo dejara para volver a su pueblo.

Y ahora estaba del otro lado del tubo una personita que tendría diez y siete años reclamando su paternidad.

Se hizo un silencio pesado.

Ella del otro lado preguntó –“¿estás ahí o cortaste del susto?

Tardó en responder, su cabeza giraba alocadamente, como podía pasarle a él un tipo tan piola, que había podido llegar hasta el lugar de privilegio que tenía en la empresa, una vida acomodada, sin problemas, estaba soltero, tenía sus aventuras que solo duraban el tiempo que a él se le ocurriera, era el típico Don Juán, escondiendo detrás de esas conquista a un hombre inmaduro que no se atrevía a enfrentar el compromiso de una familia.

Y ahora esta chiquilla venía a moverle la estantería.

Preguntó por su madre, -“ella ya no está, y como sabía que su corazón estaba muy débil decidió contarme sobre ti, para qué te buscara y no me quedara sola, ya que la familia, la había rechazado por haber tenido y criado una hija siendo soltera, prejuicios de la gente del interior”.

-“Busqué por tu apellido y te encontré, no tienes un apellido común, así que no había dudas de que eras tú.

No sé cómo eres y si quieres conocerme, comprendo que debe ser muy difícil, y podes no creerme, estoy dispuesta a hacerme un ADN para confirmar lo que te digo.

Marcelo estaba perplejo ante la fluidez de palabras que empleaba y los deseos sinceros de encontrarse.

Quedaron el verse al día siguiente, en un bar del barrio,

Parecía que el piso le temblaba, creía estar soñando, lo corroboró dándose un pellizco en el brazo.

Esto era verdad, estaba sucediendo, aquí y ahora.

Hace apenas unos minutos era otra persona, llevaba una vida tranquila sin altibajos.

Se miró al espejo, parecía que era la primera vez que lo hacía, era otra la imagen que le devolvía.

Comprendió que era un hombre mayor, esa era la realidad, tenía que afrontar las consecuencias de sus alocados romances.

No pudo dormir en toda la noche, se preguntaba cómo sería “su hija” no se imaginaba como padre, ¿qué haría si todo esto resultaba cierto?

Su cabeza no dejaba de pensar.

Llegó temprano al bar de la cita, se sentó mirando hacia la puerta, algo en su corazón decía que la reconocería al entrar.

Cuando la puerta se abrió, su corazón comenzó a latir galopadamente, supo que era ella,

Era el Amor corporizado, de hacía diez y ocho años.

FIN

María Rosa