Persiguió dar todo, quedarse con las manos llenas de aire, poder cerrarlas, para que también entregara en un puño absolutamente todo. En verdad aspiraba dar lo único, pero al mirar atrás vio que no había dado nada, entonces deseo romperse en pedazos y suministrarlos pero tampoco poseía nada de lo que el mundo codicia tener.
Se iba deshaciendo poco a poco, pero en el pasaje no quedaba más que la huella seca de selva. Colmado de hojas escritas con poemas e historias, pero desapacible al que jamás se le vio fruto. Pisadas de árbol, si, pisadas de árbol uno que nunca fue plantado que siempre estremecido anduvo con sus raíces resueltas, que nunca perteneció.
En otoño declaró al ver a otros arboles. -Que extraños arboles- no les lastima en otoño perder sus hojas viejas para luego lucir sus flores nuevas, alzar en sus brazos frutos y niños traviesos. -Que extraños arboles…- rugió a lo que no respondieron nada, pues los arboles sembrados no hablan con arboles caminantes, fue entonces cuando comenzaron a cantar una canción de viento que movía las raras hojas verdes de esos arboles inmóviles, sintió música de ángeles amados.
-Astillas tal vez seré- expuso, al ver, que por saberse mover hasta los niños le temían, ni un solo pájaro se posaba sobre el, ambicionó dar todo pero de el nada incumbía. Aun así, se imagino en el camino, pretendió aferrar sus raíces al suelo, removió las hojas de poemas e historias levanto su cepa para dar frutos y niños traviesos, queriendo ser un árbol extraño como los que vio en el otoño cantar canciones de viento. Pero no supo como hacer para que se asiera su tronco al suelo.
En aquel momento viajó y sus ramas se volvieron a cubrir de hojas con poemas e historias que nadie se antojó leer. Marchó y transitó hasta que cayó y penoso de no dar nada sucumbió. Si, cayó y murió, como no caen los arboles Pues de pie mueren. Menos este, recuerden que este ni en la tierra pudo hallar lugar.
Vino un leñador, le ensarto su hacha al extraño árbol y por la grieta que se abrió empezaron a aventarse multitud de insectos también peregrinos que devoraban profundidades, en sus pequeños cuerpos cargaban escritos también poemas e historias, el leñador marchó pues la leña era inútil y el árbol se quedo en el mundo solo y vacio.
En el área en la que se desplomó el árbol caminante, de vez en cuando se levantan al viento hojas escritas con poemas e historias, como si no hubiera muerto, unos solían explicar que era un cementerio de poetas pues con ellos nunca se sabe, algunas veces como el árbol, parecen vivos y están muertos o son muertos que creen estar vivos...
MANTISGREEN
Se iba deshaciendo poco a poco, pero en el pasaje no quedaba más que la huella seca de selva. Colmado de hojas escritas con poemas e historias, pero desapacible al que jamás se le vio fruto. Pisadas de árbol, si, pisadas de árbol uno que nunca fue plantado que siempre estremecido anduvo con sus raíces resueltas, que nunca perteneció.
En otoño declaró al ver a otros arboles. -Que extraños arboles- no les lastima en otoño perder sus hojas viejas para luego lucir sus flores nuevas, alzar en sus brazos frutos y niños traviesos. -Que extraños arboles…- rugió a lo que no respondieron nada, pues los arboles sembrados no hablan con arboles caminantes, fue entonces cuando comenzaron a cantar una canción de viento que movía las raras hojas verdes de esos arboles inmóviles, sintió música de ángeles amados.
-Astillas tal vez seré- expuso, al ver, que por saberse mover hasta los niños le temían, ni un solo pájaro se posaba sobre el, ambicionó dar todo pero de el nada incumbía. Aun así, se imagino en el camino, pretendió aferrar sus raíces al suelo, removió las hojas de poemas e historias levanto su cepa para dar frutos y niños traviesos, queriendo ser un árbol extraño como los que vio en el otoño cantar canciones de viento. Pero no supo como hacer para que se asiera su tronco al suelo.
En aquel momento viajó y sus ramas se volvieron a cubrir de hojas con poemas e historias que nadie se antojó leer. Marchó y transitó hasta que cayó y penoso de no dar nada sucumbió. Si, cayó y murió, como no caen los arboles Pues de pie mueren. Menos este, recuerden que este ni en la tierra pudo hallar lugar.
Vino un leñador, le ensarto su hacha al extraño árbol y por la grieta que se abrió empezaron a aventarse multitud de insectos también peregrinos que devoraban profundidades, en sus pequeños cuerpos cargaban escritos también poemas e historias, el leñador marchó pues la leña era inútil y el árbol se quedo en el mundo solo y vacio.
En el área en la que se desplomó el árbol caminante, de vez en cuando se levantan al viento hojas escritas con poemas e historias, como si no hubiera muerto, unos solían explicar que era un cementerio de poetas pues con ellos nunca se sabe, algunas veces como el árbol, parecen vivos y están muertos o son muertos que creen estar vivos...
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