11 ene 2011

El hombre del color nunca visto



Un amigo le habló de la propensión a contraer el cáncer por usar pasta dental, así que empezó a lavarse los dientes con limón y sal. Al cabo de un tiempo se le cayeron los dientes y tuvo que mandarse hacer una caja falsa que se le salía a menudo.
No comía carne ni pollo congelado, luego se supo que ese fue el inicio de su inconfesable temor a llenarse de metástasis.
No bebía, nunca fumó, dejó de comer polvorones a los cuarenta y a los cincuenta dejó la Coca Cola, las grasas vegatales, el arroz blanco, la soja, el queso francés, la leche de vaca, la de cabra, la de de oveja, las frutas sin certificado ecológico y pronto tuvo que declinar las invitaciones a restaurantes porque no encontraba qué comer ni qué beber.
Se decantó por alimentarse con puré de zanahoria recién hecho porque los dientes le molestaban y le decían que lo mejor para ellos eran las comidas calientes.
Un día se quejó de un dolor de estómago, no se tomó ningún medicamento, se hizo el loco para no ir al hospital, siguió cominendo puré de zanahoria hasta que un maldito cáncer de estómago se cebó con él y con sus dientes falsos.
Murió en un ataúd ecológico y con un color de piel nunca visto por ningún médico; pues parece que las zanahorias, a las que era alérgico desde la niñez, le intentaron hablar de la única forma que sabían.


María Paz Ruiz