Ángel era un niño de siete años con cuatro amigos muy especiales: un elfo de la luz, que vivía en el bosque, una sirena llamada Susan, la salamandra, que era la que tenía más valor del grupo y por último la más atrevida, que siempre se estaba metiendo en líos: un hada de tierra. Los cinco se pasaban las tardes imaginando aventuras y jugando, hasta que una mañana, Ángel desapareció. Nadie sabía dónde podría estar.
Sus amigos se reunieron para ir a buscarle. Al cabo de unas horas lo encontraron en el fondo de un pozo, intentaron sacarle, pero al no poder pensaron que lo mejor sería ir a buscar a su abuelo para que los ayudase.
Fueron hasta un río donde él estaba pescando. La sirena se acercó al bote y le dijo:
- Ven al bosque, Ángel se ha caído a un pozo
Él no le hizo mucho caso a lo que había visto, pensó que era producto de su imaginación, por lo que el elfo desesperado se le apareció para pedirle ayuda.
Incrédulo frente a lo que estaba viendo, volvió a la orilla. Una vez ahí el hada de tierra le pidió que le acompañase. Asustado salió corriendo, en la cabaña encendió la chimenea y cuando se dio la vuelta vió a la la salamandra.
Ella le dijo:
- No temas, tienes que ayudarnos tu nieto está en peligro.
El abuelo muy preocupado llamó y buscó a su nieto por la cabaña, y cuando iba a salir en la puerta le estaban esperando el hada, el elfo y la salamandra. Los tres le suplicaban que los siguiera y así lo hizo.
Después de varias horas de andar por el bosque llegaron hasta un viejo pozo cerca de un río. Desde hay contemplaba la sirena como ayudaban al pequeño niño.
Por fin el abuelo lo vió y consiguió sacarle de aquel pozo. Ya más tranquilos, el abuelo del niño le preguntó que quién eran todos esos seres y él le respondió:
- Son mis amigos del bosque.